Ocultos en las profundidades de las boscosas laderas del Cáucaso Occidental, en el sur de Rusia, estos dólmenes megalíticos —algunos datan del 3000 al 2000 a. C.— se encuentran entre las estructuras prehistóricas más misteriosas de Europa. Elaborados con asombrosa precisión a partir de enormes losas de piedra, su propósito exacto sigue siendo objeto de debate: tumbas, santuarios o algo perdido en el tiempo.
La piedra frontal, perforada con un agujero perfectamente redondeado, mira como un ojo antiguo a través de la maleza. En el interior, un corredor de piedra cubierta de musgo fluye como un canal ritual, tallado con intención geométrica. Desgastados por la lluvia y la sombra, evocan tanto monumento como misterio: una arquitectura moldeada no solo a mano, sino también por la fe.
La piedra frontal, perforada con un agujero perfectamente redondeado, mira como un ojo antiguo a través de la maleza. En el interior, un corredor de piedra cubierta de musgo fluye como un canal ritual, tallado con intención geométrica. Desgastados por la lluvia y la sombra, evocan tanto monumento como misterio: una arquitectura moldeada no solo a mano, sino también por la fe.
Aquí, la naturaleza se reivindica y abraza. El musgo acuna cada articulación; las hojas susurran sobre antiguos umbrales. En su silencio, estos dólmenes evocan la paradoja de la resistencia: cómo algo tan antiguo puede sentirse vivo. No son ruinas, sino reliquias, mitad altar, mitad enigma, donde el bosque se arrodilla en silenciosa reverencia.
fuente Atlántica : «Atlántida»
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